domingo, 12 de octubre de 2008

::La ética del psicoanálisis y el deseo del analista


ANDRÉS ARBUATTI

Para comenzar con mi trabajo individual quisiera dejar planteado el tema que fue de interés para abordar con el grupo conformado para el cartel, a saber: “La ética del psicoanálisis”.
En lo respectivo al trabajo de elaboración personal, mi intención va dirigida a articular la ética del psicoanálisis con el deseo del analista. Que es ético y que no lo es en un dispositivo de análisis en la posición del analista. Como se debe llevar a cabo una terapia psicoanalítica.

Como iniciación del trabajo me detengo a plantearme una pregunta de inquietud con el fin de tratar de arribar a una respuesta, lo más abarcativa posible:
¿Hasta que punto no es obstáculo en el deseo del analista su propio deseo como sujeto del inconciente?

La frase “deseo del analista” es una expresión netamente de Lacan que en primera instancia parece oscilar entre dos significados:
Un deseo atribuido al analista: De la misma manera en que el analizante le atribuye un saber al analista, también le atribuye un deseo. Por lo tanto el analista no es solo un Sujeto Supuesto Saber, sino también un sujeto que se supone que desea. Por ende esta expresión “deseo del analista” no hace referencia al deseo real de la psique del analista sino al deseo que el analizante le atribuye.
El analizante supone un saber en el sujeto del analista. Es esta suposición por parte del analizante de la existencia de un sujeto que sabe lo que inicia el proceso de análisis, y no el saber que tiene realmente el analista. Cabe aclarar entonces que “Sujeto Supuesto Saber” no designa al analista mismo, sino una función que el analista puede llegar a encarnar en la cura. En cuanto el analizante supone al analista encarnando esa función se puede decir que se ha instalado la transferencia. Esto puede darse desde un primer momento de la cura, o incluso desde antes, pero a menudo la transferencia tarda algún tiempo en establecerse. Asi mismo Lacan en 1964 define la transferencia como la atribución de un saber a un sujeto. El analista no debe engañarse y creer que realmente posee el saber que se le atribuye. El analista debe comprender que, del saber que le atribuye el analizante, el no sabe nada.
¿Pero de que tipo de saber se trata en esta suposición que atribuye el analizante al analista? Se supone que el analista sabe aquello de lo cual nadie puede huir, a saber la significación de lo que en realidad el analizante dice. Dicho de otro modo se suele pensar que el analista sabe el sentido secreto de las palabras del analizante, esas significaciones que desconoce la persona misma que habla. Lo que se encuentra oculto, sin develar en el discurso propio del analizante.
Y Un deseo propio del analista: Este seria el otro sentido que denominamos de la frase “deseo del analista” y se refiere al deseo que debe animar al analista en el modo de dirigir la cura. No se trata de un deseo de hacer bien o de curar; al contrario es un no- deseo de curar, es un deseo de analizar. Tampoco es el deseo de que el analizante se identifique con el analista, el “deseo del analista” se dirige justamente en el sentido contrario a esa identificación. Entonces el analista como se acaba de decir no desea esa identificación, sino que en el análisis emerja la verdad propia de la singularidad del sujeto del analizante, esta verdad es diferente totalmente de la verdad del analista, es el “deseo del analista” por ende un deseo de obtener una diferencia absoluta. Cabe destacar que Lacan con este tema de situar un deseo propio del analista trata de articular la cuestión del deseo del analista en el corazón de la ética del psicoanálisis.
Pero con el sentido de explicar de alguna manera como el analista se deja llevar por el deseo propio de su función, Lacan plantea que esto se lleva a cabo, o mejor dicho, esto se logra por medio de un análisis didáctico. Y también plantea que es condición necesaria y esencial el pasar uno mismo por una cura analítica para convertirse en analista.
El termino análisis didáctico tomado como lo define la I.P.A (Asociación psicoanalítica internacional) designa exclusivamente un tratamiento en el cual el analizante entra con el propósito de formarse como analista, diferenciándolo de un análisis terapéutico, así llamado, que por tal se entiende para su criterio que es un análisis en donde el analizante entra con el propósito de remover ciertos síntomas. Esta distinción entre análisis didáctico y análisis terapéutico establecida por la I.P.A fue uno de los objetivos de crítica en el abordaje al tema que realiza Lacan. Si bien éste concuerda con la I.P.A en que es necesario pasar por un tratamiento psicoanalítico para llegar a ser analista, discrepa en esta distinción antes mencionada (entre análisis didáctico y análisis terapéutico). Para Lacan hay solo una forma de proceso analítico, con independencia de cual sea el propósito por el que el analizante emprende el tratamiento, lo que lo llevo a arribar al análisis, y plantea que la culminación de un análisis, o del proceso analítico, no es la remoción de los síntomas sino el pasaje del analizante a analista.
Y si vamos a hablar acerca de “el deseo del analista” me parecería óptimo para el desarrollo del presente trabajo abordar el capítulo XXII del seminario VII de Lacan que se titula: “La demanda de felicidad y la promesa analítica”.
En este pasaje Lacan intenta transmitir cuál es la postura y la determinación que el analista debe tener, para esto tiene en cuenta la contratransferencia y la demanda que el analizante formula al analista, ésta demanda, implícita o explícita, es la de la felicidad.
Se recurre a un análisis con esta esperanza, la de encontrar el bien máximo. Es deber del analista el saber que este bien no existe, no tiene cabida entre sus promesas. El psicoanalista no debe responder a la demanda del analizante, no debe prometerle nada tampoco, de alguna manera lo que intentará el analista sería explicarle (en caso de que sea pedido por parte del analizante) o aclararle que él no promete la disminución del sufrimiento, sino una resistencia a ese sufrir incontrolable, se trata de poder soportarlo al sufrimiento.
La felicidad tiene que ver con la realización del deseo, de la satisfacción sin represión, hablamos de sublimación (este término refiere al cambio de meta en la satisfacción de la pulsión). En este punto Lacan se explaya y se sumerge en la temática acerca de la relación de lo bello y lo sublime a su vez en relación al rehallazgo del objeto como satisfacción; observa que esto no se da, o solo es una ilusión. La realización del deseo no tiene que ver con el objeto en sí, con el encuentro del objeto mismo, sino que alude al cambio de objeto, a esa posibilidad de metonimia que se presenta en el discurso. Esa relación propiamente metonímica de un significante al otro que nosotros llamaremos el deseo, es Justamente, no el objeto nuevo, ni el objeto de antes, sino que es el cambio de objeto en sí mismo.
Aquí se sitúa la importancia de la posición del analista, de su deseo, y viene a jugar un papel preponderante la abstinencia, es de esta forma que el analista debe pagar un precio por esto, el precio es su ser, lo cuál se pierde en la relación transferencial.
La clínica psicoanalítica se define por los caminos que el deseo del analista abre. Decimos que no hay ser del analista (sólo hay ser sexuado), uno no es analista, ejerce el psicoanálisis. No hay otra representación del analista que la que se manifiesta en la transferencia. Entonces el único sujeto en la práctica psicoanalítica es el analizante. Debido a la existencia de un sólo sujeto en el análisis, cabe destacar que la suposición de un sujeto comienza del lado del analista, allí donde supone un sujeto abre la puerta para la existencia del inconciente, para la emergencia del Sujeto del inconciente debido a que el inconciente se expresa en su estatuto ético y por ende en análisis hay que ir a ver, se debe estar atento porque en algún momento el inconciente se muestra. En el capitulo 2 del seminario XI de Jacques Lacan llamado: “el inconciente freudiano y el nuestro” me interesó el desarrollo que propone para abordar el termino inconciente. Comienza definiéndolo y plantea que “el inconciente está estructurado como un lenguaje”, de esta manera va a hacer una articulación entre el inconciente y la lingüística, la cual se muestra como la estructura que le da el status al inconciente, asegurando de esta forma que el término inconciente se vuelva algo capaz de encontrar, algo accesible, calificable y objetivable. El sujeto del inconciente no es permanente, sólo se produce en el dispositivo analítico; por fuera del mismo también puede emerger éste sujeto del inconciente, pero siempre debe existir que alguien le hable a otro entre transferencia, ya que el sujeto del inconciente se produce como efecto de un discurso, sólo existe allí. El inconciente nos habla, es un saber hablado, el nivel de verdad que se busca del inconciente, es decir la verdad del sujeto, sólo se puede encontrar en el discurso corriente, ésta verdad no se debe buscar entonces por fuera de lo dicho, la verdad nos habla por medio de lo que se expresa del inconciente en el discurso. Y se debe esperar su aparición en las denominadas formaciones del inconciente, es decir, en todos aquellos mecanismos involucrados en tales fenómenos (lapsus, sueños, síntomas, chistes) denominados por Sigmund Freud como “las leyes del inconciente” que son: la condensación y el desplazamiento que Lacan define como metáfora y metonimia respectivamente. Todo esto depende de la posición del analista, y esta posición esta determinada por sostener el “deseo del analista”, es decir de abstenerse en su propio deseo con el fin de no obstaculalizar el deseo propio del analizante.
Este es el principio o regla de la abstinencia que, en el “Diccionario de Psicoanálisis” de Laplanche y Pontalis, se encuentra definido de la siguiente manera: “principio según el cual la cura analítica debe ser dirigida de tal forma que el paciente encuentre el mínimo posible de satisfacciones substitutivas de sus síntomas. Para el analista ello implica la norma de no satisfacer las demandas del paciente, ni desempeñar los papeles que este tiende a imponerle. La noción de abstinencia se halla implícitamente ligada al principio mismo del método analítico, en tanto que este convierte en acto fundamental el acto de la interpretación, en lugar de satisfacer las exigencias libidinales del paciente”[1]. Vemos claramente la posición a tomar por el analista, la neutralidad que debe existir por su parte en el análisis con el fin de evitar que el sufrimiento del sujeto no logre la descarga adecuada y se reconduzca por caminos equivocados. Por eso el analista debe estar en posición de ser sorprendido, el saber de antemano que va a venir en un análisis por parte del analista es muy peligroso porque no permite que algo pase.
Podemos nombrar como un requisito fundamental para que el analista pueda ponerse en ese lugar, el “análisis personal” que debe realizar, haciendo referencia a esto veo oportuno citar lo que Freud va a señalar en “Consejos al médico sobre el tratamiento Psicoanalítico”: “… cualquier represión no solucionada en el médico corresponde, a un punto ciego en su percepción analítica.”[2]
Vemos con ésta cita de Freud la importancia atribuida a ese análisis propio, personal, para poder ponerse en ese lugar a ocupar por un analista y no podemos dejar de hablar de la técnica de la atención (parejamente) flotante adoptada por el analista, y tomada como la contrapartida de la regla fundamental de la asociación libre que se le propone al analizante.
El método o la regla de la asociación libre es un elemento constitutivo fundamental en la técnica del tratamiento psicoanalítico, consiste en expresar todo pensamiento sin excepción, decir todo lo que viene a la mente, tiende a suprimir la selección voluntaria de los pensamientos, es la manifestación verbal de todo lo que acuda a la mente del analizante, eliminando toda posición critica que impida el paso de todo el contenido mental. En análisis lo que importa son los momentos en que el analizante deja de tener coherencia, buscamos el sentido oculto en el sin sentido, en la incoherencia del discurso. Se pasa de lo dicho al decir, del enunciado a la enunciación, del yo al sujeto del inconciente.
La escucha del analizante por parte del analista se va a producir en una posición de atención (parejamente) flotante, ésta técnica es la manera correcta de posicionarse para poder pasar de lo dicho del analizante al decir. Sigmund Freud en su texto llamado: “Consejos al médico sobre el tratamiento Psicoanalítico” desarrolla lo siguiente: “La técnica de la atención parejamente flotante consiste en no querer fijarse en nada en particular y prestar a todo cuanto uno escucha la misma atención parejamente flotante, de esta manera se evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado y es éste: tan pronto uno tensa adrede su atención hasta cierto nivel, empieza a escoger entre el material ofrecido y en esa selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. (…) Uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en algo. Como se ve, el precepto de fijarse en todo por igual es el correspondiente necesario de lo que se le exige al analizado, a saber: que refiera todo cuanto se le ocurra, sin crítica, ni selecciones previas”[3]. Siguiendo como eje central a ésta cita comentare que el analista en tal posición no debe conceder el privilegio a ningún elemento que aparezca en el discurso del analizante, en lo que dice el analizante. Debe suspender toda maniobra o actitud que haga que el analizante enfoque la atención en éste, debe conducir de esta manera a dejar funcionar lo más libremente posible todo tipo de actividad inconciente. Con ésta regla el analista tiene la posibilidad de descubrir las conexiones que posee el contenido inconciente con el discurso del analizante, el analista va a detectar y retener en su memoria toda aquella incoherencia discursiva todo aquel sin sentido que se manifieste, con el fin de encontrar más tarde su resolución. Como sabemos la estructuras inconcientes salen a la luz o devienen concientes primariamente por medio de deformaciones, asociaciones, que se dejan establecer a través de los mecanismos ya anteriormente nombrados como los expone Freud condensación y desplazamiento o como lo hace Lacan metáfora y metonimia. Este pasaje deformado del contenido inconciente se da porque como tal es displacentero para la conciencia.
Lacan va a abordar ésta técnica utilizada por el analista en su función, en su posición de analista, ésta posición ética a tomar en el curso de la cura analítica, o más bien ésta forma ética de escucha psicoanalítica, y va a plantear que es esa analogía existente entre los mecanismos del inconciente y los del lenguaje, esa similitud estructural entre todos los fenómenos del inconciente, eso es lo que debe hacerse funcionar lo más libremente posible en el analizante, y esto ocurre de la manera más eficaz si el analista se encuentra en ésta posición de “atención (parejamente) flotante, que permite a su ves no ser obstáculo de la posición que se le propone al analizante, a saber, la de abandonarse a la asociación libre.
Me surge una duda o más bien una pregunta en relación a esta posición a ocupar por parte del analista: ¿Cómo puede ésta atención no estar dirigida u orientada por sus propias motivaciones o deseos inconcientes? La respuesta sería indudablemente que la ecuación personal del psicoanalista no solamente es reducida (por su análisis didáctico); sino que también debe ser apreciada y controlada por el autoanálisis de la contratransferencia.
Si bien Freud no desarrolla ampliamente éste término (autoanálisis), vemos que no dedica un escrito a éste tema, igualmente alude a él en ciertas ocasiones. El autoanálisis refiere a la investigación de uno por sí mismo a través de ciertos procedimientos propiamente del método psicoanalítico. A partir del año 1910 Freud en relación a la contratransferencia, va a hacer notar el peso en psicoanálisis del autoanálisis, destacando la importancia en los analistas de su investigación continua en lo que respecta a su propia dinámica inconciente, va a plantear que ésta exigencia de autoanálisis se refiere al punto en que ningún psicoanalista puede ir más allá de lo que le permiten sus propias resistencias y complejos, esto hace obstáculo al procedimiento analítico, perjudicando al analizante en su progreso analítico, entonces Freud proclama como optimo y ético para quien no efectúe tal autoanálisis abandonar su posición de analista, esto implica el renunciar a tratar a los enfermos analíticamente. En relación a éste tema Lacan en 1950 va a hablar de la contratransferencia tomándola como una “resistencia”, resistencia que es propia del analista, que es un obstáculo en el progreso de la cura psicoanalítica. Lacan en su seminario I describe: “nadie ha dicho nunca que el analista no debe experimentar sentimientos respecto de su paciente. Pero no sólo tiene que saber no ceder a ellos, mantenerlos en su lugar, sino también como usarlos adecuadamente en su técnica”[4]. Que el analista se comporte de tal manera, no acceda a sus pasiones, es porque se presenta de manera más fuerte el deseo propio de ocupar el lugar de analista, o sea que es movido por “el deseo del analista” tal como lo define Lacan, éste deseo prima por sobre sus pasiones, motivaciones, incitaciones, etc., provenientes de su alma, del sujeto que gobierna sus procesos anímicos.
En lo respectivo al propio análisis a llevar a cabo por el analista y el analizante, cabe destacar que el analista va a ocupar diferentes lugares moviéndose en relación al analizante. En el discurso del analizante se parte del sin sentido, pero hay presuposición de sentido ya que los síntomas del analizante se dirigen hacia el analista. Encontramos dos fases en relación a esto: la primera es la “semántica” que es en la cual el analista va a parar al lugar del Otro (el gran Otro), que interpreta, es el lugar de la palabra; y la segunda fase denominada “libidinal” es el modo, la manera en que este Otro pasa al otro (semejante), va al lugar de objeto “a” (causa del deseo). Como se puede apreciar Lacan va a decir que los analistas ocupan en la cura un lugar de objeto. Podemos tomar al analista como un objeto que no esta representado, pero que está enmarcado en la cadena de significantes, a saber entonces que cuando la cadena asociativa del analizante presenta un hueco, quien va a parar a ese hueco es el analista, el analista como objeto. Pero es de suma importancia aclarar que no hay ningún objeto que haga la verdad del deseo, sino que la verdad del deseo es lo que le hace falta al deseante, es esa falta lo que causa el deseo, y en análisis de lo que se trata, de lo que trata el analista es de llevar al analizante a articular la verdad de su deseo.
Para ir cerrando el trabajo de desarrollo individual, para dar fin al tema desarrollado en cuestión: “La ética del Psicoanálisis y el deseo del analista” quisiera hablar del fin de análisis. Luego de que Freud en “análisis terminable e interminable” se plantee y examine acerca de si es posible concluir un análisis o éstos son todos inconclusos, Lacan va a tomar esta cuestión y va de alguna manera a responder diciendo que resulta posible hablar de la conclusión de un análisis. La cura es un proceso que tiene una dirección definida, una progresión estructural, y esta estructura posee principio, medio y fin, a este fin Lacan lo va a denominar entonces justamente “fin de análisis”. Para ajustar aun más el tema de cierre, cabe darle importancia a la diferencia que establece Lacan entre el fin de análisis y la meta del tratamiento psicoanalítico. La meta del tratamiento psicoanalítico, o la meta del análisis es llevar al analizante a articular la verdad sobre su deseo. Todo tratamiento psicoanalítico que alcance tal meta puede considerarse exitoso. En cambio la cuestión del fin de análisis no consiste en saber acerca de si la cura ha alcanzado o no su meta, sino que trata sobre si ha llegado o no a su punto final lógico. El fin de análisis involucra un cambio en la posición subjetiva del analizante (su destitución subjetiva), y un cambio correspondiente en la Posición del analista (la pérdida de ser del analista, la caída del analista de su posición de Sujeto Supuesto Saber). En el fin de análisis el analista cae como resto, es reducido a un mero resto, un puro objeto “a”, como causa del deseo del analizante. El fin de análisis es también considerado como el pasaje de la condición del analizante a la de analista. El fin de análisis no es la desaparición del síntoma, ni la cura de una enfermedad subyacente, debido a que el análisis no es esencialmente un proceso terapéutico sino una búsqueda de la verdad, y la verdad no es siempre benéfica.


BIBLIOGRAFIA


Apuntes de clase práctica de la cátedra clínica 1 “A”, Dra. Marite Colovini, Facultad de psicología. U.N.R
Evans D. Diccionario introductorio de Psicoanálisis lacaniano. 2007. Ed. Paidós. Ba. A.s.
Freud S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. 1912. En Obras Completas. Ed. Amorrortu. Tomo XII. Bs. As.
Lacan J. Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. 1953-1954. Ed. Paidós. Bs. As.
Lacan J. Seminario VII. La ética del Psicoanálisis. 1959-1960. Ed. Paidós. Bs. As.
Lacan J. Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Capítulo II. 1963-1964. Ed. Paidós. Bs. As.
Laplanche J. y Pontals J.B. Diccionario del Psicoanálisis. 2004. Ed. Paidós. Bs. As.

[1] Laplanche y Pontañis. Diccionario de Psicoanálisis. 2004. Ed. Amorrortu. Bs. As.
[2] Freud S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. 1912. En Obras completas. Ed. Amorrortu. Tomo XII. Bs. As.
[3] Freud S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. 1912. En Obras completas. Ed. Amorrortu. Tomo XII. Bs. As.
[4] Lacan J. Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. 1953-1954. Ed. Paidós. Bs. As.

1 comentario:

Mauricio Emilio dijo...

Hola Andres: me gusto mucho tu trabajo, con puntualizaciones clinicas que supongo fundametales. el recorrido me parecio exhaustivo (me interesaron los aportes sobre el fin de analisis al final del trabajo) gracias por compartir horas de trabajo para el cartel